Las características de nuestro tiempo, marcadas por la convulsa transmisibilidad de las imágenes técnicas y la frenética economía de la atención, han sido el campo por el que conducimos nuestras intuición crítica en ese proyecto.

Nos interessa delirar una ciência especulativa direcionada a crear experiencias alternativas a la percepción generada por el régimen de la atención y hiperestimulación contemporánea.
El ocularcentrismo, puesto en marcha históricamente a través de la elevación de la visión como el sentido central de nuestra relación con la experiencia de la realidad, lo que parece hacer no es exactamente resaltar la visión respecto a los otros sentidos, sino separar la visión misma de su carácter sensible.

La centralidad del ojo, desencarnado y enfocado, parece establecer un tipo de visión que supuestamente sería capaz de ordenar la realidad de manera frontal y externa al observador, sometiéndola a un proceso de objetivación y desafección. La introyección de esta forma de ver tiene, entre otras consecuencias, una inmediata: hacer que lo visible sea dominado por una imagen-mundo totalizadora, donde, independientemente de dónde miremos “Sólo hay un mundo y está hecho a imagen del Capital” Este aparato óptico-antropológico crea sujetos espectadores del mundo, co-aislados, autores y consumidores de sus propias imágenes.

La construcción de nuestro aparato visible ahora nutre la edificación de una otra visión: la visión computacional, el ojo de las máquinas. Los algoritmos que procesan en cámaras de vigilancia y en dispositivos contemporáneos, llevan la genética de una visión nuestra cada vez más extirpada de su carácter sensible, desde algoritmos de reconocimiento de objetos hasta cámaras fotográficas que no registran el evento luminoso pero crean una imagen aproximada a través de relaciones con bancos preexistentes, el ojo de la máquina tiene en los patrones su arma de objetivación y estandarización de lo múltiple. Con eso la inteligencia que delegamos a la visión de máquina es precisamente la del control del movimiento, son los mecanismos que aseguran que los movimientos adecuados al poder estén siempre en marcha, que los circuitos cinéticos de repetición estén en orden y que suene la alarma cada vez hay un intervalo en la ficción del progreso. El ojo de la máquina y el ojo humano, forjados a partir de la misma antropotecnología (tecnologías que fabrican dinámicamente el concepto de humano), parecen haber sido diseñados tmbién como dispositivos anti-intervalo.
el esfuerzo por quitar, desmontar y deshacer los aparatos de neutralización de la frontalidad visible es un intento de quitar del centro el modo de existencia antropo-falo-logo-céntrico.
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En los estudios sobre presencia y la toma de decisión que emergen de las metodologías de improvisación y composición en danza, una de las cuestiones centrales situase en las condiciones de posibilidad de imaginar y performar la acción. Utilizamos en esa investigación, herramientas que miran el intervalo y la suspensión como un lugar para comprender y ejercitar la forma en que percibimos los acontecimientos y, en consecuencia, como los imaginamos y actuamos frente a ellos.

Pensar la acción en y como suspensión del tiempo lineal, es una reformulación de la imagen del movimiento generalmente asociada con la actividad y el hacer sin pausa, centrales en la máquina de subjetivación hegemónica donde los hábitos domesticados condicionan nuestras decisiones.

Mirar esa grieta entre un movimiento y otro es un ejercicio de tomar decisiones (en situaciones ordinarias o extraordinarias) no activadas por lo que sabemos, esperamos o procuramos, sino por estar sensibles a las direcciones que la colisión con el presente nos puede informar.

Esta aproximación al intervalo no concierne a la idea de contemplación o pasividad, ni mucho menos al privilegio de poder habitar el aburrimiento profundo como lugar de creación. No se pretende cesar el movimiento, ni focalizar la atención hasta el punto de objetivarla, sino encontrar movimiento dentro de la pausa. Este gesto es un ejercicio de implicación en el presente y puede ayudarnos a crear un sentido de responsabilidad con nuestro entorno y con el otro.

Los acercamientos a la percepción, al intervalo, y a ojo, nos llevó también a tener el cine, y su desarrollo como máquina de mirar, como intercesor importante en la investigación. Nos preguntamos qué sería irreductible en el gesto cinematográfico que pudiéramos estudiarlo como operación elemental, fuera de todo su aparato técnico, y que pudiéramos trasladarlo al cuerpo para experimentarlo en el propio ojo.

La modulación de la atención y de la duración dentro del dispositivo cinematográfico nos colocó frente a la teoría del montaje, lanzándolos al campo de lo relacional como centro de la percepción, donde una parte fundamental de la percepción estaría en lo que sucede entre las cosas al combinarse, en esta tercera instancia inherente que aparece en la combinación, en el choque. Aquí volvemos a encontrar el intervalo como movimiento entre las imágenes, aspecto fundamental de la edición. El corte convoca necesariamente un intervalo, aunque muy breve o aparentemente imperceptible, pero al igual que en la escritura o la música, este espacio entre partículas verbales o sonoras, manifiesta además del ritmo (opuesto y complementario al logos de una pieza editada), la potencia misma de la producción de conexiones, la combinatoria molecular fundamental. Es en el espacio entre dos notas, dos palabras o dos imágenes, donde nuestra percepción puede operar. Es en este espacio entre las posiciones donde se abre un pequeño hueco, que puede ser ocupado por nuestros sentidos, a través del cual completamos y nos mezclamos a lo sensible.

La relación entre edición y percepción nos abrió preguntas como: ¿La hiperestimulación en la economía de la atención contemporánea sería un problema de edición de lo visible? ¿Es en la modulación de la atención y duración de la mirada, de la imposición de cine-vidas editadas, que la subjetivación neoliberal opera sus máquinas? Sabemos que la cinética de este ojo editado danza según la música de la emergencia y consumo de imágenes técnicas, y que en esta mesa de edición contiene también mecanismos farmacopolíticos muy bien estructurados. A partir de la programación psíquica de los algoritmos, en el ritmo entre dopamina, likes, imágenes técnicas y nuestra frontalidad, la realidad es editada. Nos aparecen 2 posibilidades de cine-ojo, o lo desencarnado y superficial, manchado por el neoliberalismo como procrastinación, o lo enfocado y tubular celebrado por lo mismo como trabajo. Si este manejo del ojo, que se nos presenta como un grave problema de subjetivación y desafección, pudiera verse entonces desde su perspectiva de edición, pensamos: ¿Cómo generar intervalos para experimentar con la atención y la duración y reeditar las imágenes que ya están sucediendo?
INTERVALO
La economía de la atención contemporánea y la visión computacional nos dan buena evidencia del programa de visión por venir, un ojo objetivante y agotado, donde el campo físico visible es exausto y siempre mucho menos atractivo que las pantallas, que aparecen como un contenedor central de visibilidad dinámica. Podemos concebir este esquema de gestión de la atención como un problema de Edición de lo visible, una forma de modular la atención y la duración y situar nuestro movimiento ocular precisamente en el centro del capital. Esta gestión conduce a la producción de dos tipos de visión: el ojo enfocado y el tubular, que está inmerso en un centro y es incapaz de ver contextos y relaciones, más vinculado a lo que el neoliberalismo corona como trabajo. Y el ojo desencarnado y superficial, que completamente desafectado, es impulsado por cualquier trampa de atención, ligada a lo que el neoliberalismo corona como procrastinación. Es en la diferencia de potencial entre estos dos tipos de visión donde se forjan el control del movimiento y la cinética neoliberal. Desde ahí nos preguntamos, si la máquina que modula la atención es un problema de edición y montaje, como muestran las estructuras algorítmicas de las redes sociales que nos construyen el orden de lo que vemos por ejemplo, podríamos intentar reeditar, en una especie de atletismo del ojo, una desdomesticación, para mantener su astucia ?