Un espacio vacío. Una brecha, para ser ocupada por lo que ya está. Un no hacer activo para intentar escapar de las ficciones fálicas ligadas a lo "nuevo".

Levantar algo a la altura de los ojos, una obstrucción, una pared, una pantalla, negar esa pantalla, una anti-pantalla, una grieta, que permite que el acontecimiento fluya hacia la imagen. Una máquina para mirar la propia visión.

La brecha produce una imagen insistente, distraída, casi accidental. Siempre habrá una imagen en la apertura, aunque sea un trozo de madera, donde se colocó la hoja, una parte del cuerpo que escapa, un recorte del suelo, una franja de cielo, lo que está delante. Cualquier cuasi-imagen es susceptible de ser reconsiderada como un método para pensar la mirada.
Hay una paradoja en el dispositivo de la hoja que es fundamental para nosotros: nos separamos del mundo para poder acercarnos de otra manera, para notar sus ligaciones y hacer nuevas conexiones entre las cosas. Al observar la esquina de un banco en una plaza pública, por ejemplo, estrechase la mirada y dejase de ver el banco, la mujer sentada, las palomas, la basura, el vendedor ambulante ...el que separa el observador, en cierto modo, del plan general del acontecimiento. Sin embargo, se empieza a ver texturas, volúmenes, colores, partes de cuerpos que entran y salen del encuadre, relaciones entre figura y fondo ... haciendo así el ejercicio de fragmentación y desfragmentación de las infinitas capas de tiempo, espacio y duración que componen el entorno de quien lo mira. Ese ejercicio nos permite curiosear, deambular distraídos por las periferias de las imágenes y, al mismo tiempo, encontrar nuestra vulnerabilidad e implicación en las cosas aceptando y habitando sus contradicciones. Mirar a través de la hoja es producir imágenes que nunca se fijan y a la vez, observar cuasi-imágenes. Y de ese modo, activase la posibilidad de reeditar los circuitos de estas multiplicidades de imágenes que observamos y de las cuales formamos parte.

Es como si hiciéramos el gesto de colocar las imágenes del mundo que tenemos a mano en una mesa de montaje y empezáramos a construir nuevas películas posibles a partir de esas mismas imágenes.

Un agujero es también un túnel, una invitación, por donde algo se desborda, fluye. Un alivio.

¿Qué pasa por la grieta? ¿Qué tipo de transformación del mundo visible hace el simple dispositivo de la hoja perforada con un enunciado?

La imagen técnica, aquella que inunda el mundo contemporáneo, generada y modificada en los dispositivos ópticos / digitales, contiene también una definición elemental de la imagen, que es la siguiente: "La imagen es algo que está al mismo tiempo en su lugar de origen y en otro ”, un doble reproducible y transmisible, que corre por circuitos distintos a su lugar de referencia. Incluso imágenes técnicas sin referentes ópticos, como un render 3d por ejemplo, o una imagen generativa construida por un algoritmo, nacen imagen desde la ejecución de su código matricial, duplicando desde un referente matemático y no óptico. A camara escura y toda fanstamática del pré-cinema también negocia con esse doble, en fenómenos luminosos que se proyectan como espectros de un referente, o aun una manifestacion imagética elemental como la experiência del espejo, la duplicata desprendida de su lugar de orígen.

La hoja con el agujero parece nos proponer una experiencia distinta a la imagen técnica. Lo que parece suceder cuando tomamos la hoja frente a los ojos es que la imagen comienza pero no termina su proceso de institución como doble. El agujero como anti-pantalla, tal como la imagen técnica, lo que hace es traer la luz de un trozo del mundo, dándole una forma-imagen, pero genera no la imagen de un trozo de mundo, sino un trozo de mundo como imagen.. En la experiencia del agujero, no hay un lugar otro donde fluya la imagen, sino una superposición del mundo como evento y el mundo como imagen, como si la hoja produjera un espectro extraviado y ficticio del propio referente, superpuesto a ella.

El doble ligado a la imagen técnica negocia siempre una pequeña muerte en el momento de la captura, un golpe que acaba con su duración: la fijación. Imaginemos la espera del fotógrafo mirando a través de la lente con el dedo en el clic, esa espera, esa lenta conformación del mundo en imagen, es el trabajo de imaginabilidad que termina en el clic, o en el rec. Y si cortamos metodológicamente este momento, para habitar ese intervalo, quizás empezaríamos el proceso de bajada del ojo al cuerpo.

El dispositivo de la hoja, al mismo tiempo que produce una casi-imagen, que solo llega hasta el borde de su duplicación, es también una post-imagen, como una fotografía ya tomada pero aún abierta. Es a la vez algo que comienza y no termina y es algo ya terminado en el que el comienzo es indeterminado.

Toda imagen técnica negocia necesariamente una paradoja temporal, observar una fotografía por ejemplo es lidiar con la experiencia elemental del pasado, un pasado vivido, un transcurrido, un irrecuperable. Hay una emoción particular que corre en el gesto transtemporal, que es lo mismo que mirar las fotografías de personas fallecidas o de la persona que fuimos, por ejemplo, surgen sentimientos de nostalgia, lástima, estupor. Lo mismo ocurre con la gestión hipermediatica en nuestra sociedad del espectáculo, donde el pasado síntesis que funda a la imagen técnica es ya más valioso que la experiencia misma.

¿Cuántos eventos que fueron del orden de la experiencia no han tenido ya su motivación intercambiada por eventos para ser fotografiados o filmados? La espectropolítica ligada a la relación con la imagen de este pasado reciente ya forma parte de la ritualística del humano contemporáneo. Verse (y ver al otro) dentro de determinadas imágenes, influye más en el estatuto de los hechos que el hecho en sí mismo.

La imagen que aparece en la hoja no sintetiza un pasado y tampoco sirve para una experiencia futura de legitimación de un acontecimiento. En la hoja se produce al mismo tiempo la captura, edición y exhibición. Diferente de la imagen fija, suspendida y única, es una imagen que sostiene lo múltiple y que sigue conectada con sus propias contradicciones y capas de posibilidades en potencia. La imagen de la hoja es una especie de imagen salvaje, impermanente y precaria. Dentro de la lógica de la imagen técnica sería casi como una imagen inutil. Por eso, toda su potencia reside en posibilitar una implicación en el presente, en la experiencia misma de mirar el ahora. Esa fragilidad que está en la operación de la imagen de la hoja, posibilita habitar el intervalo y abre la posibilidad de imaginar con las cosas. Imaginar en el sentido de cuestionar los hábitos de nuestra mirada (una bicicleta es una bicicleta, pero también puede ser una serie de objetos, pero también puede ser la compañera de un árbol, pero también puede ser algo efímero, pero también puede ser el principio de un conflicto, pero también puede ser…..).

El acto de compartir la imagen de la hoja también ocurre en una clave diferente a la imagen técnica. Si la imagen técnica tiene en su transmisibilidad su razón de ser, siendo un ente de contaminación y velocidad, lo que se puede compartir en la imagen de la hoja es su operación, su mecanismo, el código fuente que siempre lo remontará con diferencia.

La precariedad e imprecisión de ese circuito imagético crea aperturas suficientes para que el cuerpo pueda implicarse. La hoja puede ser entendida como un objeto coreográfico, que, desde un circuito imagético precario, constrange nuestro gesto, pero también nuestra percepción acerca de los gestos que vemos. Ese ejercicio de mirar otra vez (o de otra manera) para el mundo, es un ejercicio sutil de desplazamiento de la experiencia de la mirada donde el cuerpo se reorganiza y se re-sensibiliza perante las cosas.
Lo enunciable y lo visible conforman un binomio epistémico fundamental en nuestra percepción. De Magritte al infocalispse, de la semiótica a la crisis contemporánea del lastre de la imagen, los huecos entre lo que se dice, lo que se ve y el acontecimiento, fundamentan nuestra relación con las imágenes del mundo.

Pero el problema que la hoja nos presenta no está solo en los modos de colaboración y antagonismo entre imagen y palabra, sino en la enunciación de una imagen que aún no existe, una imagen en potencia.

El enunciado inicia el circuito que se completa en el intento de traducción del observador, cuando elige un recorte en la multiplicidad de imágenes que hay en todas las partes de lo visible. Dar relevo a los conflictos entre enunciados y imágenes es, de cierto modo, uno de lugares que nos interesa investigar

Uno de los principales esfuerzos en la redacción de este tipo de enunciados es que pueda transportar, sobre todo, una operación, es decir, un conjunto de relaciones y no exactamente una interpretación o representación de la imagen en potência, de modo que sea suficientemente abierto para relacionarse con la imagen que ocupa circunstancialmente el hueco.
Las hojas de reedicion
son objetos que guardan la operacion de una imagen. Un aparato rudimentar de producion de imaginabilidad y revision de la frontalidad.
FRAME